Hasta hace unas pocas semanas, la llegada de una nueva y perturbadora ola de infecciones de COVID-19 parecía posible. Varias nuevas variantes preocupantes capaces de evadir la inmunidad habían aterrizado en Estados Unidos. Las variantes siguen llegando, pero aunque el porcentaje de infecciones totales ha crecido, la cantidad de hospitalizaciones se mantiene relativamente estable. Esto sugiere que la nueva mutación del virus no está causando una enfermedad más grave, lo cual es un cambio positivo.
A nivel nacional, la variante BA.5 que fue prevalente en los últimos meses se ha reducido a 29.7% del total de infecciones, según el pronóstico más reciente basado en modelos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. En su lugar hay una “sopa” de nuevas variantes, algunas de las cuales contienen mutaciones que en experimentos de laboratorio demostraron ser mucho más evasivas de los anticuerpos que las variantes previas. La Administración de Alimentos y Medicamentos advirtió que algunas nuevas variantes podrían no ser neutralizadas por los anticuerpos monoclonales presentes en Evusheld, una importante terapia para los inmunocomprometidos.
En particular, la BQ.1.1 y sus derivados representan en la actualidad 44.2% del total de infecciones, y continúan creciendo. Pero como bien ha señalado el profesor Eric Topol, “las preocupaciones por esta variante altamente evasiva de la inmunidad no se han concretado” en una ola significativa de nuevos casos. El estado de Nueva York, que está experimentando el nivel más alto de infecciones de la variante BQ.1.1 del país, no ha tenido un incremento paralelo en la cantidad de hospitalizaciones.
Esto podría indicar que la pandemia ha alcanzado la fase en la que las infecciones todavía se propagan, pero no generan consecuencias tan grandes como lo hicieron las olas de las variantes ómicron y delta. Una razón podría ser que las nuevas variantes simplemente han evolucionado para causar enfermedades menos graves. Otra explicación posible es que la población finalmente ha erigido un muro de inmunidad para mantener el virus a raya, como resultado acumulativo de la infección natural, la vacunación y otros tratamientos. Se necesitan más estudios, y cualquier conclusión provisional podría anularse si aparece una nueva variante agresiva.
Tampoco es prudente bajar la guardia. Una intensa temporada de enfermedades respiratorios comenzó temprano este año, con el incremento de infecciones por influenza y VSR (virus sincitial respiratorio), el cual generó una fuerte presión sobre la capacidad de los hospitales, en especial las instalaciones pediátricas. Esto significa que utilizar cubrebocas en lugares públicos y cualquier lugar con poca ventilación es crucial. Aún con la actual relativa tregua del COVID-19, sigue siendo buena idea aplicarse una dosis de refuerzo de la vacuna. La cantidad de personas que se han aplicado el nuevo refuerzo de la vacuna bivalente es alarmantemente baja: solo 10.1% de la población estadounidense elegible y solo 26.9% de la población vulnerable mayor de 65 años. Las pruebas de diagnóstico también son importantes, pues son una manera de anticiparse al virus y proteger a los demás.
La montaña rusa que ha sido esta pandemia nos ha enseñado una lección sencilla: hay que estar siempre preparados para lo inesperado. Si bien sería maravilloso descubrir que el nuevo coronavirus está dejando de ser una amenaza grave, lo más coherente es que nos mantengamos alerta.